Reflexiones

Es un hecho notorio, al menos en País Vasco, que fruto del impulso generado por un sector de la sociedad mondragonesa, promovido y dirigido por Don José Mª Arizmendiarrieta, sacerdote, se ha desarrollado un proceso de transformación social, económico y cultural muy importante en el Alto Deba y comarcas circundantes, con incidencia apreciable en diversos puntos de la geografía vasca. El proceso ha alcanzado unos límites cuantitativamente destacables y cualitativamente notables, revolucionando, especialmente, el aspecto de la participación e integración de la persona humana en la estructura societaria de la empresa, a todos sus niveles sin limitación alguna. Desde hace muchos años el mundo empresarial y académico lo mantiene como referente importante en el ámbito de la eficiencia empresarial y, especialmente, como símbolo de integración socio-laboral.

La forma jurídica de los entes económicos es la sociedad cooperativa, la cual se fundamenta en el principio humanista de la asociación de personas en cuanto tales, siendo secundarios, aunque  importantes, los demás elementos aportados por el socio,  capital, por ejemplo, entendido en términos económicos amplios. Resulta esencial y básica en la estructura de la cooperativa la aportación de trabajo de los socios, a través de la cual cada persona se integra y satisface sus necesidades de desarrollo. En estos momentos,  el movimiento socio-económico inspirado y promovido por  José Mª Arizmendiarrieta, se halla extendido por el ancho mundo y tiene incorporados unos ochenta mil trabajadores.

Lo dicho anteriormente viene motivado por el propósito de comentar los caracteres mas destacados de algunas ideas aportadas por Arizmendiarrieta al movimiento social y económico citado, pues creo que este sacerdote, hombre bueno de verdad, puede ser un buen referente para muchos millones de ciudadanos que no entienden, ni entendemos, la actual situación mundial.

Es casi un tópico decir o mantener en cualquier conversación que el orden internacional no existe, como tampoco coherencia en los gobiernos de la mayoría de países. Las sociedades nacionales siguen existiendo, por supuesto, pero con la sensación de que están muy influidas, casi gobernadas, por grupos no formalmente identificados, denominados corrientemente como ¨mercados¨, siendo ellos quienes fijan las formas de convivencia. Cada vez más ocurre que los grupos, las sociedades, se crean no por personas, sino por intereses materiales (bienes) cuyos titulares no siempre son sus dueños, ignorándose quien está detrás.  ¿Qué intereses persiguen, por ejemplo, algunos fondos que condicionan la economía mundial? ¿Y dónde y cómo se fijan sus objetivos?. ¿Qué papel juega la persona en ellos?. Caminamos, la vida sigue, pero no tenemos participación real en la fijación del rumbo, ni en la determinación de los resultados de la actividad global. Algo así como si el viaje lo hiciéramos en globo impulsados por el viento, de natural impredecible. Ha desaparecido el sujeto de la historia: la persona humana.

José Mª Arizmendiarrieta, desarrolló su vocación sacerdotal  en la parroquia de San Juan Bautista de Mondragón/Arrasate, años 1941/1976, haciéndolo con especial capacidad y abnegación, trasladando  su mensaje, su particular interpretación del mensaje cristiano. La piedra básica de su proyecto fuè el hombre, siempre como persona humana, criatura dotada de inteligencia y libertad. A partir de ahí propone sin descanso y con entrega total el desarrollo de esos caracteres mediante la formación, para los mas y con la mayor profundidad posible. La persona humana es figura preferente de este mundo y  debe gobernarlo en un marco de solidaridad, pues esa misma condición es atribuida a toda criatura, precisando crecer en conocimientos permanentemente. Esta formación conlleva crecer en libertad, pues solo así, con mayor formación, se superan las dificultades de la vida y se hace efectivo el derecho a optar, a elegir.  Libertad sin formación no es posible, seguiremos esclavos, no nos engañemos. Para Arizmendiarrieta la persona humana sólo podrá ejercer su libertad natural con formación y sentido de responsabilidad.

Don José. MªArizmendiarrieta propone en todo caso que los derechos de la persona, de toda persona, se ejerciten  en solidaridad, haciendo posible la satisfacción de los derechos de todos, reconociendo los deberes recíprocos al efecto. Es destacable que hablamos de derechos y deberes, no de acciones de bien pensantes, haciendo propia la terminología y contenido introducidos por la Encíclica Paz en la Tierra, del Papa Juan XXlll, año 1963.
El mundo, sin duda, no sería igual si se respetara institucionalmente la persona humana, si se la mantuviera como sujeto activo del desarrollo social y si toda la actividad, la económica también, tuviera como finalidad servir al crecimiento integral de toda persona humana. Una persona ambiciosa por SER y menos por Tener. Sigamos reflexionando.

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