Un liderazgo desde Gipuzkoa

Como complemento de la información sobre el ejercicio 2010 que las principales cooperativas han ido facilitando, antes del verano la Corporación Mondragón dio a conocer algunos datos agregados de sus empresas, destacando el hecho de haber triplicado sus resultados, hasta alcanzar 178 millones de euros de beneficios, lo que permite extraer algunas conclusiones de interés.

Cabe citar, en primer lugar, que la fórmula cooperativa no es ninguna solución mágica, de forma que las cooperativas que dependen en gran medida del mercado interior español sufren la debilidad del mismo y muestran peores resultados que el resto.

La crisis del consumo y la incidencia del paro en la actividad económica afectan también de forma relevante a algunas cooperativas. La previsión de la OCDE, en un reciente informe, de que el paro en el Estado español no recuperará los niveles del 2007 (8,7%) hasta el año 2025 muestra unas perspectivas preocupantes para las mismas.

Pero, por otro lado, el área de Industria ha obtenido resultados globales claramente positivos, con el corolario, excepcional, de haber creado 1.378 puestos de trabajo.

Se puede, por tanto, sustituir la pregunta recurrente (¿qué hay que hacer para crear empleo?) por otra de más interés (¿qué se ha hecho para crear empleo?).

Es de hacer notar que el conjunto de cooperativas englobadas en el área de Industria venden el 63% de sus productos en los mercados internacionales y que bastantes de ellas tienen incluso plantas productivas en el exterior (77 en total). Están recogiendo, por tanto, los frutos de una política de internacionalización iniciada hace ya muchos años.

Pero también ha habido otros elementos diferenciales que merecen ser destacados: En primer lugar, la rapidez al afrontar la nueva situación de crisis. Así, en septiembre del 2008, mientras muchos responsables políticos debatían si se trataba de una crisis coyuntural o una desaceleración pasajera… (¿Son galgos o son podencos?) las empresas de Mondragón comenzaron a tomar medidas: profundizar en la estrategia de internacionalización e innovación, mejorar la gestión para reducir costes, especialmente los de aprovisionamientos, y preparar a sus socios para otras medidas más impopulares.

Los sacrificios posteriores de dichas personas, tanto como socios (reduciendo sus dividendos y participación en beneficios) como en su calidad de trabajadores (admitiendo la congelación e incluso las reducciones salariales, la flexibilidad de calendarios y el horario laboral) han sido probablemente las medidas específicas más diferenciales de las cooperativas.

Aunque con inevitables tensiones, las cooperativas se han adaptado más rápidamente a la nueva situación, apuntando a un futuro más esperanzador, basándose, en última instancia, en un modelo de cooperación y negociación interna frente al tradicional de confrontación vigente en muchas empresas convencionales.

Cooperación sin cooperativas. ¿Es posible?

La promoción -y el control- de nuevas sociedades por empresas ya existentes ofrecen particulares dificultades de encaje con la fórmula cooperativa, especialmente para proyectos ubicados en países culturalmente alejados. La experiencia de numerosas cooperativas es significativa al respecto.

Por ello, una innovación relevante -y una aportación para salir de la crisis y encarar el futuro- sería, como hemos dicho en anteriores artículos, aquella que permitiera incorporar la cultura de cooperación en las SA y SL, sin que estas pierdan los atributos que han hecho que la inmensa mayoría de empresas de nuestro país las hayan elegido.

Buscando, en síntesis, fórmulas de participación que permitan la corresponsabilidad y la flexibilidad en sociedades no cooperativas.

Nos consta que en Gipuzkoa un número creciente de gestores de empresa y de responsables políticos de todos los colores van compartiendo estas reflexiones como vía de avance de cara al futuro.

Sea por la influencia de las cooperativas (casi el 10% del empleo industrial guipuzcoano), sea por la influencia de una cultura favorable a fórmulas de realización colectiva, lo cierto es que se da en Gipuzkoa un liderazgo claro respecto a otros territorios vascos en la asunción de valores «cooperadores».

¿Podemos esperar, por tanto, que se impulsen desde los poderes públicos medidas favorables a dicha participación y cooperación en las empresas? ¿De forma que sea la sociedad guipuzcona la que marque el norte en este crucial aspecto para nuestro bienestar material y nuestro desarrollo como personas en el futuro?

Hay evidencias que señalan la mayor competitividad y sostenibilidad de las empresas con participación de los trabajadores. En estos momentos de graves crisis de confianza a nivel mundial, instituciones públicas, privadas y ciudadanos tenemos el deber y la responsabilidad de impulsar todas las decisiones económicas y empresariales para lograr un desarrollo más sostenible, justo y solidario.

Viernes, 14 de Octubre de 2011
Noticias de Gipuzkoa

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