La participación de las personas en las empresas… y algo más

HACE años que numerosas personas y entidades comprometidas con el desarrollo económico y social de Euskadi estamos tratando de promover e impulsar la participación e implicación real de las personas en los diferentes tipos de proyectos que les afectan, sean a nivel de empresa, territorio o a nivel sociedad en general, y en todos los ámbitos: participación en la gestación de los proyectos, en su gestión, y, cuando se trate del nivel empresa, en los resultados empresariales y en la propiedad.

Y hoy más que nunca es urgente y necesario avanzar por esa vía. ¿Por qué lo digo? Para salir de la profunda crisis en la que estamos inmersos, es necesario construir proyectos ilusionantes y ampliamente compartidos, donde todas las personas afectadas se impliquen realmente en el proyecto. Es absolutamente necesario para construir empresas, territorios y países competitivos. Es absolutamente necesario construir entornos de confianza hoy inexistentes.

Vivimos en la Sociedad del Conocimiento sumida en una profunda crisis. Y son las personas las protagonistas de esta Sociedad del Conocimiento que se caracteriza por una información globalizada, universal, accesible, fácil de obtener y con poco costo y por la rapidez con la que se desarrollan los acontecimientos y se extienden a nivel mundial.

El problema no está en conseguir información. El problema -y la oportunidad- están en separar el trigo de la paja, es decir, gestionar la información útil para, con rapidez, generar innovaciones y ventajas competitivas antes de que lo hagan mis competidores.

Continuamente se están emitiendo señales, que pueden conllevar amenazas y oportunidades relevantes, que es preciso identificar, calificar y valorar, tomando las decisiones adecuadas con rapidez. Esto requiere que todas las personas de la organización estén muy atentas a las señales, capacitadas para calificarlas y dotadas de poder para tomar decisiones rápidas, lo cual, a su vez, requiere organizaciones muy descentralizadas, con un estilo de liderazgo ampliamente distribuido, que incluya la gestión inteligente de las emociones. Ya no sirven las estructuras jerárquicas en las que puede ocurrir que entre que se capta la señal, esta llega a la cúspide, se toma la decisión y se transmite a quien la tiene que ejecutar, ha desaparecido ya lo que motivaba la señal.

Requiere, además, personas muy motivadas y realmente implicadas en un proyecto empresarial compartido, para lo cual es absolutamente necesaria la participación en la gestación de tal proyecto compartido, con lo cual, al mismo tiempo estamos sentando las bases para que se produzca un compromiso mutuo entre el proyecto empresarial y sus personas, factor clave de competitividad y para el bienestar de las personas.

Y cuando hablo de competitividad, no me vale cualquier tipo de competitividad. No me vale, ni a nivel individual, ni a nivel empresarial ni a cualquier nivel, ser competitivo a costa de lo que sea, a cualquier precio, ni mucho menos a costa de la dignidad humana, que es lo imperante en la sociedad actual. Debemos construir una competitividad basada en la cooperación, en la integridad, en la ética, conectando con el conjunto de valores que impulsan y cultivan las interrelaciones humanas.

Y para poder avanzar, abordemos este reto estratégico vital para Euskadi. Para ello, tenemos referentes históricos suficientes en nuestro propio país, con proyección y renombre internacional, y nuevos referentes que han surgido en Centroeuropa, referentes suficientemente desarrollados y suficientemente abiertos, que no es que los tengamos que importar tal cual: podemos aprender de ellos para desarrollar nuestro reto e influir en el propio desarrollo del modelo que proponen.

Me refiero a la Economía del Bien Común (EBC) que personalmente comparto al 100% y que coincide, en mi opinión, al 100% con las tesis que hace casi 60 años indujeron a D. José Maria Arizmendiarrieta y unos pocos más a impulsar el exitoso movimiento cooperativo, que tanto ha aportado a nuestro país. Lógicamente, la EBC ha tenido muy en cuenta la evolución económica y social de los últimos años, elaborando propuestas actualizadas y concretas.

Para avanzar hacia la Economía del Bien Común no necesariamente se requiere estar de acuerdo en todo ni abordar todo lo que plantea de una vez, de golpe: permite ir avanzando progresivamente y, en todo caso, aporta una vía de aprendizaje para abordar el reto propuesto.

Y sin perjuicio de que se vayan estructurando movimientos sociales a favor de la Economía del bien Común, es necesario que nuestras instituciones públicas impulsen e incentiven esta competitividad basada en la cooperación y en la participación de las personas en todos los proyectos que les afectan, en todos los niveles y ámbitos. Ya basta de recortes que incluyen actividades tan básicas como la investigación, la educación y la sanidad. Lo digo porque no debemos olvidar que, aunque lo contabilicemos como gasto corriente, buena parte de los recursos que dedicamos a investigación, innovación, educación y sanidad es inversión en la construcción de nuestro futuro.

Y es invertir en la construcción de nuestro futuro, con visión a largo plazo, todo lo que destinemos a la participación e implicación de las personas. Ya es hora de que volvamos a invertir en futuro con decisión. Muchas veces recibimos buenas palabras pero no se traducen en forma de incentivos fiscales y/o de otro tipo que impulsen decididamente la participación de las personas en todo tipo de proyectos que les afectan, y más concretamente, en las empresas. Espero que el nuevo Gobierno Vasco que se va a constituir en breve y otras instituciones competentes en la materia, lo hagan.

www.noticiasdegipuzkoa.com
29 de noviembre del 2012

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*
*
Website