El PAPA FRANCISCO falleció el pasado 21 de abril. Fue el 13 de marzo de 2013 cuando fue elegido papa, Georgio Bergoglio, que venía de una tierra apartada del núcleo eclesiástico romano. Pocos periodistas lo conocían. Uno de ellos le formuló esta pregunta: ¿Quién es Georgio Bergoglio? Este estuvo un rato en silencio. Pensando el periodista que podía ser una pregunta demasiado íntima o comprometida, le dijo: Si quiere puedo hacerle otra. El nuevo papa le respondió: No, es una pregunta importante: Georgio Bergoglio es un pecador perdonado que ha recibido una misión.
Tras doce años de pontificado, ¿Cuál ha sido la misión del papa Francisco? A mi entender, en esta nuestra sociedad secular y plural, ha sido la de humanizar y evangelizar. Para el papa Francisco evangelizar es promover en cada tiempo y espacio los signos de Dios, que se concretan en signos de humanización, tanto en el ámbito de lo personal, como en el comunitario (familia, relaciones de amistad…) y social. Y nos ha subrayado con su palabra y sus escritos que la fe cristiana no es creíble si no humaniza, pero no como pura estrategia para hacer prosélitos, sino por fidelidad al propio evangelio.
El Papa Francisco ha sabido entender y proclamar a los cuatro vientos que todos los seres humanos, todas y todos, al margen de sus peculiares ideologías y estilos de vida, tienen una dignidad inviolable. Así, en su primera exhortación apostólica Evangelii Gaudium (La alegría del evangelio) de noviembre de 2013, apunta una serie de actitudes que implican saber decir no a ciertos comportamientos arraigados en nuestro mundo que impiden o dificultan un sano proceso de humanización en el momento histórico que vivimos, no a una economía de exclusión, no a la nueva idolatría del dinero, no a la inequidad que genera violencia, no a la pasividad egoísta, no al pesimismo estéril, no a la mundanidad espiritual, no a la guerra.
