En Gran Bretaña, el responsable del Ministerio de Empleo, Mr. Swinson, declaraba la necesidad de eliminar las barreras que dificultan la toma de participación de los empleados en el capital de la empresa… «cuando la mayor fuente de competitividad es la capacidad de conocimiento de nuestras personas, que buscan estar involucradas en las empresas en las que trabajan».
En Francia, el presidente François Hollande anuncia una nueva legislación para los empleados con participación en el capital y en la gestión de las empresas.
En Alemania, el ministro de Economía y Tecnología ha lanzado un nuevo portal de Internet para empleados propietarios.
En Italia están a la espera de una nueva ley en relación con la participación y los empleados propietarios.
En todos estos países se sigue con atención el modelo legislativo-fiscal de las ESOP de EEUU que, con una experiencia de 36 años, son al día de hoy más de 11.000 empresas participadas en el capital por los empleados. Comparadas con las NO ESOP, crecen un 2,5% más al año en ventas, productividad, empleo y rentabilidad. Se está generando un nuevo tipo de empresas en las que se facilita, desde la fiscalidad, la toma de participaciones de los empleados en el capital y gestión de la empresa, lo que genera mayor identificación con el proyecto empresarial y, en consecuencia, el desarrollo de la innovación y la competitividad, en especial en empresas intensivas en conocimiento.
En esta línea, es oportuno analizar someramente la necesidad y potencialidad de este tipo de organizaciones y, desde nuestra cultura empresarial, cuáles son las barreras para potenciar la participación y la cooperación.
Es evidente el gran esfuerzo realizado por nuestro entramado empresarial para «dar la vuelta» a la situación de crisis profunda de los años 80, pero hoy nos encontramos que en esos mercados europeos y americanos, en los que tanto nos costó introducirnos, ya no somos competitivos por costos y que la calidad no es un elemento diferencial suficiente: necesitamos innovar y generar continuamente elementos de competitividad diferentes, en producto, en servicio, en financiación, en soluciones complejas, en cooperaciones imaginativas… en una dinámica que a nuestros competidores foráneos les sea difícil seguir.
Considero que se dan cuatro factores (la formación, los modelos organizativos, la cultura asociativa y la proximidad de la Administración) que propiciarán o retardarán el desarrollo de este tipo de iniciativas.
La formación. Es evidente el buen nivel de titulaciones en nuestro pequeño país de dos millones de habitantes. Lo que no es tan claro es que esa formación lleve implícita la cultura de asunción del riesgo, del emprendizaje, del desarrollo de la innovación y de la cooperación. Temas estos que se empiezan a abordar por instituciones propias que nos pueden servir de referentes.
Los modelos organizativos. En la empresa orientada a la innovación, el trabajo ejercido por la persona implica el desarrollo de todas sus capacidades. No solo el esfuerzo físico y destrezas sino su capacidad de aprender, de crear, de relacionarse y de comprometerse con otras personas en un proyecto empresarial compartido. Esto es especialmente significativo en las llamadas empresas intensivas en conocimiento.
Por lo tanto, los modelos de gestión basados solo en el control generan la típica actitud de «que me digan lo que tengo que hacer», frente a la gestión basada en la confianza en la persona (no se puede controlar la creatividad) que permite la identificación de la persona con un proyecto de empresa. La confianza como modelo organizativo implica la transparencia en la gestión, la responsabilidad, el compromiso y la cooperación mutua, lo que genera una dinámica de participación, primero en la gestión, y después en los resultados y en el capital.
Este factor es y será uno de las claves de competitividad (ver el informe Nesta de Gran Bretaña). De ahí la importancia de generar un modelo propio entroncado con nuestra cultura asociativa y en la experiencia exitosa de muchas empresas cooperativas y no cooperativas.
La cultura asociativa. El reto que supone un mercado globalizado y diverso, tanto en la demanda como en la dimensión y complejidad de la oferta, nos impulsa a la búsqueda de formas de cooperación entre organizaciones dada nuestra limitada dimensión. La universidad, los centros de I+D, las empresas productivas entre sí, las financieras, las administraciones… son eslabones de la cadena de la competitividad en el marco económico actual. También aquí tenemos experiencias positivas, como la de la cooperación entre cocineros, empresarios de la hostelería, centros de I+D, proveedores… en la moderna cocina vasca, que ha sabido abrirse un hueco a nivel mundial.
La proximidad de la Administración. En un mundo cada vez más globalizado, de casi 7.000 millones de habitantes, un territorio con dos millones de personas y 900.000 puestos de trabajo, puede ser una anécdota o un referente de experiencias positivas de cooperación entre la sociedad civil y la Administración.
La globalización es un fenómeno imparable que generará nuevas formas de relacionarnos y de actuar; necesitamos enfrentarnos a ese reto con imaginación y poniendo en valor nuestras fortalezas; tenemos una cultura e idiomas propios que nos cohesionan e identifican, tenemos una historia foral de participación en lo público y ahora tenemos una administración autónoma que nos permite diseñar e investigar nuevas formas de relación y liderazgo privado-publico en busca de una mayor competitividad. Esperamos que los poderes públicos vascos, como en Europa, también le den un impulso a la participación en la empresa con una legislación apropiada, que elimine barreras fiscales y anime a las empresas a desarrollar este tipo de proyectos.
En este sentido desde la Asociación de Amigos de Arizmediarrieta, en colaboración con las universidades, venimos realizando diferentes estudios para posibilitar e impulsar desde la legislación y la fiscalidad, el desarrollo de organizaciones participativas, que ponemos a disposición de todo nuestro entramado económico y social.
Para terminar creo que estamos en una crisis sistémica, que genera nuevas expectativas, en la que los valores, las actitudes y los compromisos personales, coherentes con estas expectativas, serán determinantes para configurar un futuro común. De ahí la necesidad de debatir e impulsar este tipo de organizaciones participativas.
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Domingo, 10 de febrero de 2013