A partir de allí mi pensamiento se desvió hacia la sociedad que estamos construyendo. ¿No
es una falta de sentido común que nuestros egresados profesionales no conozcan la vida y
obra de un adelantado a su tiempo que de resultar nuestro coetáneo sería un icono entre los
gurús del management? ¿No es triste que nuestros graduados en empresariales no dispongan
de conocimientos suficientes sobre un movimiento empresarial con poco parangón a nivel
internacional?
Mientras en nuestro país nos empeñamos en no poner en valor las aportaciones del
Movimiento Cooperativista Vasco, el resto del mundo peregrina de forma sistemática a
nuestro pueblo a empaparse de la filosofía y la praxis de un modelo de gestión centrado en
las personas, con una vinculación con el entorno, con un sentido de la responsabilidad social
destacable y, con un compromiso intergeneracional que obliga al desarrollo de proyectos
empresariales sostenibles en el tiempo.
Sabiendo que no es un modelo perfecto, ni el único modelo, si que es un proyecto de
referencia que puede ser muy útil para conjugar la generación de riqueza con la cohesión
social. Bebamos de sus fuentes, mejoremos sus imperfecciones, desarrollemos sus
capacidades, potenciemos sus bondades como mecanismo de acercamiento a otras realidades.
Las empresas necesitan una revisión constante de su ideario, una actualización de su modelo
de gestión. En ese marco debemos insertar una reflexión profunda sobre el sentido social de la
organización.
Hagamos un propósito firme para que la gente de Euskadi conozca a José María
Arizmendiarreta y su ideario. Os aseguro que si os acercáis a él, tendrá una influencia en
vuestra forma de ver la vida.