Parecemos extraterrestres los que insistimos en plantear  ideas e ideales solidarias en la empresa. Hablamos un idioma extraño, ajeno a la realidad del mundo que padecemos. Si a esto sumamos el tono entre mesiánico e inapelable que adoptamos algunos el pretendido diálogo con los que nos oyen sin escucharnos, resulta del todo imposible.
Y nuestra reacción inmediata es la condenar  esta época y a los reacios a recibir nuestro mensaje en equivocados o, peor aún, en malvados y cobardes incapaces de apreciar la bondad y la grandeza de nuestros principios. El monólogo da paso a una profunda desazón que termina siendo una inapelable condena que aleja, en vez de acercar a los contertulios.
Los datos sociológicos nos resbalan, las conductas de los jóvenes nos escandalizan, las preguntas nos irritan y de tal modo fabricamos un coctel nocivo para nuestra salud emocional y corrosiva para el entendimiento con los demás.
Y así nos va
Hay otra manera de enfocar la trasmisión de valores, y que la historia avala como eficaz. Es una manera sencilla, cálida, humana de trasferir una experiencia vivida a quienes no la han vivido. Es el diálogo que construye una nueva realidad con los materiales que aportan todos los contertulios. Un espacio vacío donde se reúnen personas con diferentes historias y entre todos van creando una realidad que no es la de ninguno pero sí es la de todos.
Ni militantes, ni seguidores, ni apóstoles, ni siquiera como amigos de Arizmendiarrieta. Nada de eso, simplemente dialogadores que tienen una experiencia  que contar , un deseo de escuchar otras historias y una nueva realidad que proponer