Tranquilo, que no va de identidades. Tengo que agradecer el título a un gran amigo del Foro de Elgoibar, que nos sorprendió hace más de una década con esa profunda reflexión formulada en forma de duda existencial. Dijo: “yo ya no sé si soy de los nuestros”. Quedamos en un profundo coma psicológico como no podía ser menos. Pero entendimos lo que ocurre a muchas personas dedicadas a construir proyectos que, con el transcurso del tiempo pasan a otras manos, y, se sienten desconcertadas.
Me temo que esto ha ocurrido no pocas veces, y, en parte es ley de vida.
Pero una cosa es que los proyectos cambien de protagonistas, por la fuerza y el alcance de esos proyectos, y muy diferente que cambien por un mero acto de transacción mercantil.
Por ejemplo hace pocas semanas leí este titular: “El último banco de propiedad vasca” (19/9/2010). Se refería al B. Gipuzkoano. Con su habitual precisión, el autor C. Etxeberri apuntaba a la propiedad vasca de la empresa, o sea, la cualidad de los propietarios de los títulos.
Me impactó el titular. Seguramente porque incidía en una preocupación que mantengo desde hace tiempo: nuestras empresas.
Desde hace algún tiempo adivino un “reflujo empresarial”, seguramente producto de muchos factores, pero muy real. Nos estamos quedando sin empresas “nuestras”. Y el titular al que aludo es un buen ejemplo. Si podíamos presumir hace 30 años de una buena red empresarial propia, forjada por promotores locales, hoy no podemos decir lo mismo. No cuento con datos suficientes, porque son difíciles de conseguir, pero mi olfato me dice que ha habido un profundo cambio. Repasen los nombres de las empresas más conocidas de Gipuzkoa y verán que, salvo las Cooperativas y S.A.L.es, ha habido muchos cambios en la propiedad.
Explicaciones a este fenómeno hay muchas. Desde interés de multinacionales, a relevos generacionales, crisis de mercados, incapacidad de proseguir la dinámica competitiva, la evolución de los sectores, etc.
Pero tienen en común la misma base: ante otras opciones posibles, los que tenían los títulos de propiedad prefirieron vender, y dejar el futuro de esas empresas en otras manos diferentes. Esto implica dejar de ser protagonistas de la empresa.
Y tiene consecuencias. Las empresas, que son las únicas generadoras de riqueza, estarán en otras manos. Nuestras plantas de producción, nuestras empresas, no serán “nuestras” en cuanto al título de propiedad.
No me considero fundamentalista, ni mucho menos, pero me parece un fenómeno grave para un territorio como el nuestro. Máxime cuando ha sido una seña de identidad de primer orden.
Es posible que las nuevas generaciones no tengan las necesidades, ni el empuje que tuvieron las generaciones que impulsaron nuestro empresariado. Tendrán otras diferentes. Es posible que los veteranos hoy, no hayan completado su labor. Es posible que la globalización haya cambiado las reglas del juego. Es posible, no, es seguro, que los últimos años han propiciado la especulación en los títulos de propiedad, y ello haya generado los cambios que hemos observado, y la CRISIS reciente. Pero no importa nada el pasado.
Lo que importa es el futuro. Y para poder construirlo, necesitamos tener empresas NUESTRAS, o, lo que es lo mismo, personas que PROTAGONICEN la generación de riqueza, el impulso a nuevos proyectos. Sin ellas, los esfuerzos en otros campos como la educación, la I+D+i, y otros carecerán de sentido, y nos encontraremos con sociedades dependientes, demasiado dependientes de las decisiones de otros.
Y para ello un camino es el de la PARTICIPACIÓN. Es preciso hacer que la mayoría de trabajadores participen en la propiedad de la empresa. Esquemas como las ESOP en U.S.A. han tenido un rotundo éxito.
Para casi todos los gipuzkoanos es evidente: la participación es una mejora en la empresa que permite además asegurar que tenemos protagonismo, que somos nosotros mismos los que generamos riqueza para todos nosotros.
Algún lector, a estas alturas, sonreirá y pensará que todo esto es un cúmulo de buenas intenciones, pero poco realista. Pero permita que, a mi vez, le recuerde lo que nos ha traído el actual devenir especulativo de la economía: un desastre. Las continuas transacciones de los títulos de propiedad han traído el distanciamiento entre los que son la empresa (todos los que trabajan y aportan) y los titulares que no se sienten responsables más que del precio de las acciones.
Comparto con muchos que necesitamos reformas radicales para enfrentar la crisis. Radical viene de raíz. Y la raíz de cualquier sistema económico es la empresa. La participación de todos es la reforma radical que necesitamos. Al menos con la participación el paro no sería ni tanto como es, ni de la misma forma.
O sea, que volviendo al comienzo del artículo la participación será la manera de seguir estando seguros de que SEGUIMOS SIENDO DE LOS NUESTROS.
Pero una cosa es que los proyectos cambien de protagonistas, por la fuerza y el alcance de esos proyectos, y muy diferente que cambien por un mero acto de transacción mercantil.
Por ejemplo hace pocas semanas leí este titular: “El último banco de propiedad vasca” (19/9/2010). Se refería al B. Gipuzkoano. Con su habitual precisión, el autor C. Etxeberri apuntaba a la propiedad vasca de la empresa, o sea, la cualidad de los propietarios de los títulos.
Me impactó el titular. Seguramente porque incidía en una preocupación que mantengo desde hace tiempo: nuestras empresas.
Desde hace algún tiempo adivino un “reflujo empresarial”, seguramente producto de muchos factores, pero muy real. Nos estamos quedando sin empresas “nuestras”. Y el titular al que aludo es un buen ejemplo. Si podíamos presumir hace 30 años de una buena red empresarial propia, forjada por promotores locales, hoy no podemos decir lo mismo. No cuento con datos suficientes, porque son difíciles de conseguir, pero mi olfato me dice que ha habido un profundo cambio. Repasen los nombres de las empresas más conocidas de Gipuzkoa y verán que, salvo las Cooperativas y S.A.L.es, ha habido muchos cambios en la propiedad.
Explicaciones a este fenómeno hay muchas. Desde interés de multinacionales, a relevos generacionales, crisis de mercados, incapacidad de proseguir la dinámica competitiva, la evolución de los sectores, etc.
Pero tienen en común la misma base: ante otras opciones posibles, los que tenían los títulos de propiedad prefirieron vender, y dejar el futuro de esas empresas en otras manos diferentes. Esto implica dejar de ser protagonistas de la empresa.
Y tiene consecuencias. Las empresas, que son las únicas generadoras de riqueza, estarán en otras manos. Nuestras plantas de producción, nuestras empresas, no serán “nuestras” en cuanto al título de propiedad.
No me considero fundamentalista, ni mucho menos, pero me parece un fenómeno grave para un territorio como el nuestro. Máxime cuando ha sido una seña de identidad de primer orden.
Es posible que las nuevas generaciones no tengan las necesidades, ni el empuje que tuvieron las generaciones que impulsaron nuestro empresariado. Tendrán otras diferentes. Es posible que los veteranos hoy, no hayan completado su labor. Es posible que la globalización haya cambiado las reglas del juego. Es posible, no, es seguro, que los últimos años han propiciado la especulación en los títulos de propiedad, y ello haya generado los cambios que hemos observado, y la CRISIS reciente. Pero no importa nada el pasado.
Lo que importa es el futuro. Y para poder construirlo, necesitamos tener empresas NUESTRAS, o, lo que es lo mismo, personas que PROTAGONICEN la generación de riqueza, el impulso a nuevos proyectos. Sin ellas, los esfuerzos en otros campos como la educación, la I+D+i, y otros carecerán de sentido, y nos encontraremos con sociedades dependientes, demasiado dependientes de las decisiones de otros.
Y para ello un camino es el de la PARTICIPACIÓN. Es preciso hacer que la mayoría de trabajadores participen en la propiedad de la empresa. Esquemas como las ESOP en U.S.A. han tenido un rotundo éxito.
Para casi todos los gipuzkoanos es evidente: la participación es una mejora en la empresa que permite además asegurar que tenemos protagonismo, que somos nosotros mismos los que generamos riqueza para todos nosotros.
Algún lector, a estas alturas, sonreirá y pensará que todo esto es un cúmulo de buenas intenciones, pero poco realista. Pero permita que, a mi vez, le recuerde lo que nos ha traído el actual devenir especulativo de la economía: un desastre. Las continuas transacciones de los títulos de propiedad han traído el distanciamiento entre los que son la empresa (todos los que trabajan y aportan) y los titulares que no se sienten responsables más que del precio de las acciones.
Comparto con muchos que necesitamos reformas radicales para enfrentar la crisis. Radical viene de raíz. Y la raíz de cualquier sistema económico es la empresa. La participación de todos es la reforma radical que necesitamos. Al menos con la participación el paro no sería ni tanto como es, ni de la misma forma.
O sea, que volviendo al comienzo del artículo la participación será la manera de seguir estando seguros de que SEGUIMOS SIENDO DE LOS NUESTROS.
JON ARGEDER
KOOPERATIBISTA
OCTUBRE 2010