Es bien sabido que estamos atravesando una época muy difícil, de intensa y larga crisis económica, desconocida incluso para quienes vivieron crisis anteriores y que se está demostrando la más grave de nuestra historia reciente.
La situación se ha vuelto tan complicada e intervienen en ella tal cantidad de factores de uno y otro signo que afectan y complican enormemente la definición de fórmulas y estrategias que nos permitan salir de esta situación.
Lo que sí resulta evidente es que como consecuencia de esta situación, que no solo es coyuntural, sino también estructural, vamos a ser testigos de profundos cambios de muchos tipos, siendo previsible que nos enfrentemos entre ellos a una profunda transformación social y económica.
Si queremos, por otra parte, mantener en nuestro país el estatus de liderazgo y bienestar actualmente alcanzados, resulta indudable que necesitaremos ofrecer una respuesta clara y decidida, y por parte de nuestro colectivo empresarial vasco aportación de ideas e iniciativas que ayuden a nuestras empresas afrontar los cambios que exige la competitividad. Cambios que nos permitan enfrentarnos a una nueva realidad, al tiempo que generamos futuro para el país, creando riqueza, empleo y bienestar.
No es esta sin duda una tarea fácil y serán necesarias otras muchas actuaciones e iniciativas que lo hagan posible, siendo clave en este esfuerzo el compromiso y apoyo de toda la sociedad vasca en su conjunto. Está claro que no es momento de individualidades, sino de cambios, iniciativas y trabajo conjunto en todas las formas de enfrentarnos al problema.
Históricamente el compromiso, la cooperación y la capacidad de superación han sido la tónica habitual en nuestros pueblos tanto en el pasado como en tiempos más recientes. ¡Cuántas veces hemos sido testigos de los «auzo lanak» que se realizaban y siguen haciéndose en nuestros barrios rurales! Igualmente destacables son, por otra parte, los magníficos resultados que ha producido en Euskadi la colaboración público-privada, que ha impulsado y dirigido nuestro sector industrial en anteriores crisis, muy especialmente desde que contamos con nuestro autogobierno.
La dimensión del reto hará, no obstante, que necesitemos otros factores añadidos. Por un lado, empresarios comprometidos con la realidad del país, con visión clara de la situación y con decisión para llevar adelante sus proyectos. Por otro, tendremos que acostumbrarnos a trabajar más juntos, fomentando la cooperación entre empresas, generando las necesarias y adecuadas agrupaciones y foros de colaboración. Una colaboración que deberá hacerse también extensiva a la relación entre las empresas y las administraciones públicas, asumiendo estas últimas un clave y firme compromiso de apoyo a las primeras, para entre todos abrir vías que generen las dinámicas sociales favorecedoras de un entorno competitivo de país.
Será también absolutamente necesario potenciar las capacidades y participación de las personas en la empresa, generando una visión conjunta con la propiedad para mediante nuevas maneras de gestión, generar un fuerte compromiso conjunto en el que cada uno aporte lo mejor de sí mismo para el logro del éxito compartido.
Crear empresas enraizadas en el país y un entorno adecuado para su desarrollo es un objetivo claro, siendo preciso el correspondiente apoyo a este tipo de iniciativas, con apuestas de país a largo plazo y diferenciarlas con claridad de opciones de otro tipo cuyos resultados todos hemos visto como, por ejemplo, las inversiones especulativas, o siendo conscientes del riesgo de que proliferen plantas con centros de decisión lejanos, convirtiéndose en unidades de producción sin capacidad de gestión propia, ni de adaptación, ni de mejora de la competitividad.
En este punto considero necesario mirar a ejemplos que nos pueden servir como guía en el difícil camino que nos tocará recorrer. Tenemos, de hecho, aquí uno cercano del que podemos aprender. Por eso, quiero comenzar reconociendo la labor y la aportación de D. José María Arizmendiarrieta, que además de crear el modelo cooperativista supo promover un entorno de entidades y organizaciones de soporte y apoyo, estableciendo acuerdos de colaboración y cooperación entre distintas empresas hasta llegar a formar corporaciones de distinto tipo.
Como todos sabemos, a este hombre le debemos el impulso del cooperativismo en Mondragón, pero por encima de ello el que predicara los valores de empresa, entre ellos el valor de la cooperación entre personas y entidades para hacer frente a los problemas comunes. Idea perfectamente extrapolable al mundo de las sociedades anónimas o de otro tipo y cuyos frutos siempre son exitosos.
Además de todo ello, es fundamental el esfuerzo conjunto entre empresas, administraciones, universidades, centros de FP para que, desarrollando cada uno su correspondiente labor, se conviertan en verdaderos motores del desarrollo económico. Igualmente importante es orientar e impulsar en la dirección adecuada la red de centros tecnológicos tan necesaria para la renovación y adecuación del producto de nuestras empresas.
No cabe duda de que la situación de «emergencia «que vive la sociedad, requiere de soluciones conjuntas audaces e imaginativas.
Es, por tanto, hora de actuar y comprometerse sin complejos, con las armas y recursos de siempre, trabajo, imaginación y esfuerzo, con la complicidad de toda la sociedad vasca, para que sea posible la creación de un modelo enraizado, competitivo y abierto al mundo, de forma que nos sitúe con ventaja frente al mundo que nos toca vivir.
Pienso firmemente que es momento de dejarnos de lamentaciones y apostar claramente una vez más por el sector industrial del país, comenzar a trabajar todos, como lo hemos hecho siempre y como será necesario hacerlo una vez más.
Miguel Lazpiur Lamariano
Domingo, 19 de Mayo de 2013
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