Hacer que se haga
Esta idea tan simple en su enunciado no deja de ser un tremendo compromiso para la acción. El
universo de las ideas es exuberante, prolífico,
lleno de hermosura y belleza pero que no tiene
corporeidad. Es como la imagen del espejo: no
tiene vida, es un reflejo de algo que existe pero
que está en otro plano.
La idea por sí sola no vale nada si no se une a
la acción. Hacer es real, idear es intangible,
inasible, irreal. Es necesaria la idea porque la acción irreflexiva es peligrosa al carecer de un sentido de dirección, pero la idea que queda en eso, es doblemente peligrosa porque, como el agua estancada, terminar por pudrirse y envenenar la vida.
Los sabios aconsejan a los líderes, a los padres,
a los maestros, a todos los que quieran ayudar a la gente que enamoren con sus ideas, si no pueden enamorarlas que les propongan un sentido para vivir y si tampoco pueden lograr esto que les den algo que hacer.
El amor es la mejor manera de elevar a las
personas a su máxima expresión, a su máximo
logro; después del amor, en un plano inferior pero altamente constructivo está el facilitarles la vía para hallar el sentido de vivir; pero si fracasamos en todo esto aún nos queda la alternativa de construir algo, de ponerles ante el reto de hacer. Curiosamente el hacer cosas nos transforma, el hábito de hacer crea a la persona.
Como decía Arizmendiarrieta: “Trabajar, trabaja en provecho de la persona que trabaja”
En muchos sitios, en muchas organizaciones, en muchos países he podido comprobar que el eslabón
que falla es precisamente la gestión, es decir el hacer.
El déficit de la acción es aterrador. Las
necesidades están presentes, las ideas proliferan, las estructuras aparecen sobre el papel, hasta los conocimientos se reconocen… pero falta dar el salto a la acción.
Mil excusas, infinidad de razones para la
inacción, permanentes aplazamientos de los
plazos, justificaciones que nada justifican. Y
las cosas siguen sin hacerse.
El único ser conocido que tiene el poder de la
imaginación cae en la trampa de creer que lo
pensado es real, que aquello que queremos hacer, está hecho, porque hemos pensado que ya está hecho.
Hay comunidades inmunizadas contra la acción, vacunadas contra la realidad y siguen pensando
que el sueño es real, que la ilusión de querer es suficiente para que sea realidad. Ilusos, que no ilusionados, de la idea desprecian la acción, la gestión. Sueñan que son mariposas que vuelan y cuando despiertan descubren ser personas que deben caminar, trabajar, actuar para existir y prefieren pensar que el sueño es real y la realidad un sueño.
Nuestra labor
Cuando nos acercamos a la gente que queremos ayudar lo primero que debemos hacer es ¡Despertarles¡ Y cuando estén despiertos, solo entonces, podrá comenzar nuestra tarea educadora. Y el proceso de aprendizaje de ellos.