La «maldición del cortoplacismo» y el progreso social

Probablemente sea sencillo llegar a un acuerdo sobre cuales son algunos de los principales indicadores del progreso económico y social: una baja tasa de desempleo, una alta remuneración de los trabajadores y unos servicios públicos a los ciudadanos eficaces y eficientes. Aunque esos objetivos pueden ser a corto plazo contradictorios (algunas empresas sólo podrán sobrevivir con menores costes laborales; los servicios públicos exigen ingresos públicos suficientes para su sostenimiento,…), la consecución de todos ellos de forma simultánea no es un sueño sino una realidad en algunos países europeos. Así, contrariamente a lo que cabría esperar, los índices de paro más bajos en la UE se dan en los países con sueldos más altos, que cuentan, además, con los servicios públicos de mayor calidad. Valgan como ejemplo los casos de Alemania, Dinamarca y Suecia, con unos niveles de desempleo del 5.2, 6.6 y 8%, respectivamente mientras tienen unos salarios medios superiores en un 47, 93 y 40% al salario medio en el Estado español. Ello es especialmente reseñable en el contexto de una globalización creciente de la actividad económica, lo que conlleva la competencia de empresas de nuevos países, con ciudadanos ansiosos de salir de la miseria y dispuestos a sacrificarse para alcanzar niveles de vida dignos para ellos y sus familias.

La «maldición del cortoplacismo»

La prestigiosa catedrática de Etica, Adela Cortina, denomina así a la tendencia que observa en la sociedad española para «centrarnos en lo inmediato y no plantearnos nada a largo plazo».
En ese contexto, la mejora de la remuneración se consigue por la lucha y presión sindical (de los que trabajan); el desempleo se combate fundamentalmente con mayor  deficit y endeudamiento público creciente (que tendrán que afrontar las generaciones posteriores) y los servicios sociales se defienden con la  movilización indignada de los beneficiarios de los mismos (aunque sean éstos tan prescindibles como viajes internacionales subvencionados para jubilados).

La «maldición del cortoplacismo» es especialmente relevante en el mundo político, que vive con el imperativo de tener que renovar la confianza de los ciudadanos cada 4 años, con lo que sólo políticos de una talla excepcional son capaces de arriesgarse buscando reformas con frutos a largo plazo…a no ser que sean absolutamente inevitables, como de hecho está ocurriendo en el Estado español.

¿Es posible, en ese marco, acercarnos a las condiciones que permiten los envidiables datos expuestos para los países del norte y centro de Europa?
Contestar a esta pregunta implicaría identificar los factores clave por los que determinadas sociedades disfrutan de una situación tan positiva.

Algunas claves del éxito

Es conocida la importante diferencia en el modelo empresarial de los países del centro y norte de Europa, con una importante participación de trabajadores y sindicatos en el control de las empresas y una mayor implicación en la buena marcha de las mismas. Ciertamente, se trata de un modelo a estudiar en profundidad e inspirarse en la medida de lo posible.

Es menos conocida, sin embargo,  una investigación europea que también apunta algunas conclusiones de interés. Efectivamente, según dicho trabajo el progreso de las naciones no tiene relación con la capacidad intelectual de sus líderes empresariales ó políticos y ni siquiera con la abundancia de sus recursos naturales sino , entre otras variables, con la existencia en su cultura ciudadana de valores de ética, integridad, responsabilidad, respeto a las leyes y los derechos de los demás, amor al trabajo y deseos de superación.

Todos esos valores podrían ser un termómetro para calificar lo que podríamos denominar nivel de ética ciudadana, entendida ésta como los hábitos que las personas adquirimos para obrar de una determinada manera ante lo común.

Aunque parece que hay relación entre dichos valores y el progreso a largo plazo ,no se ponen de acuerdo, sin embargo, los economistas respecto a la incidencia de la falta de ética en la crisis económica actual. Mientras que algunos defienden que las crisis se han sucedido a lo largo de la historia y habría que suponer que los vicios que las causan son consustanciales a la naturaleza humana, otros (entre ellos el vasco de Iparralde  y ex-Director General del FMI, Michel Camdessus) citan que las carencias éticas han estado en la raíz de la profunda crisis económica que estamos atravesando.

Merece la pena, en cualquier caso, citar que, según una reciente investigación realizada en Bizkaia, una notable mayoría de los ciudadanos (el 60%) sí considera que la crisis está ligada a la «falta de valores en los modelos de comportamiento y conducta» en la vida social.

Aunque algunos de los aspectos más indignantes pueden influir en ese dato (corrupción de algunos líderes políticos, deshonestidad e incompetencia de banqueros con sueldos astronómicos, avaricia extrema de especuladores que juegan con el hambre de millones de personas,…)  el 61% opina que la difusión de valores éticos, con carácter general, es en nuestra sociedad  bastante ó muy insuficiente.

Entendemos, en cualquier caso,  que estos datos pueden resultar una esperanza para abordar los problemas de distinta manera. Ya que ninguna reforma fiscal será eficaz si los perjudicados mueven su domicilio fiscal a otras comunidades ó si en la conciencia social no consideramos fraude evitar el pago de impuestos cuando ello no es posible de controlar por la Admon.(léase pago del IVA,….)
Igualmente, ninguna dotación presupuestaria  para servicios sociales será suficiente si es socialmente aceptable engañar en la información a la institución pública correspondiente  a fin de  tener acceso a las ayudas establecidas para los más necesitados.

Según el citado estudio  no es claro qué instituciones podrían liderar ese necesario rearme ético de nuestra sociedad. La clase política y las instituciones públicas tienen una valoración incompatible para ello. Quizás la Iglesia ó algunas entidades cívicas podrían ofrecer algún servicio  a la sociedad en ese sentido.

En cualquier caso, sea quien  fuera  la institución que las asuma, aparecen dos importantes tareas de largo plazo: revisar nuestro modelo empresarial y buscar la excelencia en la responsabilidad y ética social.

Tareas que probablemente ofrezcan pocos réditos políticos a corto plazo pero que  pueden ser clave para la prosperidad de la sociedad que leguemos a nuestros hijos y nietos.En ellas nos aplicaremos, en la medida de nuestras posibilidades, desde la Asociación Amigos de Arizmendiarrieta, siguiendo los anhelos de éste para transformar no sólo la empresa sino también la sociedad.

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