El acceso generalizado a la educación, el incremento de la masa investigadora, la innovación digital y tecnológica y la explosión de los sistemas de información, han conformado una sociedad de enorme potencial. Por primera vez en la historia se cultiva sistemáticamente la inteligencia y es el salto más revolucionario que ha dado la humanidad, superior al que supuso pasar del nomadismo y la caza a la agricultura y ganadería. La persona y su protagonismo suponen una fuerza imparable en el nuevo orden social.
Las estructuras organizativas no ofrecen cauces adecuados para que la persona desarrolle su iniciativa, se vincule en el empeño colectivo y participe en la construcción social. Se puede decir que las bases sociales han adquirido “mayoría de edad” y que el “traje” le queda corto. Es necesario adaptar el entramado organizativo fomentando la participación y superando conceptos paternalistas o de “despotismo ilustrado”.
Mientras la sociedad va en esa dirección, el sistema económico lo hace en sentido contrario. Del capitalismo integrado en los afanes de una comunidad, está evolucionando hacia un capitalismo financiero, especulativo y sin ataduras territoriales. Esta lógica económica genera desarraigo, exclusión y visión de corto plazo.
Si antes la vinculación territorial y el compromiso social paliaban la dureza del poder absoluto del capital, hoy éste se ha liberado de toda atadura siendo capaz de imponer sus condiciones a estados o continentes. Es una fuerza arrolladora que instrumentaliza a la persona.
Estas dos corrientes antagónicas están abocadas a un enfrentamiento tan previsible como difícil de evitar. Ni la fuerza de la sociedad, formada e informada, renuncia a su derecho de participar en la construcción social (lógica personalista), ni el capitalismo especulativo a su avidez de lucro (lógica capitalista). El conflicto está servido.
Esta contradicción no es ajena a nuestra comunidad. Se da la paradoja de que mientras se protesta por el desempleo, ponemos nuestros fondos en manos de instituciones de inversión colectiva, que los dirigen hacia la especulación, mientras quedan sin financiación proyectos empresariales reales que generarían empleo. La corriente especulativa ha invadido la sociedad.
Podemos inhibirnos o establecer las condiciones de un nuevo escenario; esperar al choque o diseñar un sistema coherente; amoldarnos a la “lógica capitalista” o diseñar una economía que, sustentada en el personalismo, resulte más eficiente y competitiva.
No se trata de una utopía; es una alternativa real que requiere adquirir conciencia colectiva y abordar cambios estructurales.
La participación de la persona en la empresa, la inter cooperación entre empresas, la vinculación del entramado financiero con la “economía real”, la conexión de la universidad con los afanes comunitarios y la estrecha colaboración público-privada, pueden crear redes de colaboración y compartir un afán común para generar un entorno competitivo. Se trata de “orientar” la acción individualizada de las instituciones (vectores libres), mediante una voluntad compartida de desarrollo territorial (vectores orientados).
Crear una economía competitiva, desde la centralidad de la persona, es posible, necesario y urgente. Evitar el “choque de trenes” requiere abrir vías de circulación coherentes con la actual composición social.