La trascendencia en Arizmendiarrieta

Llevo un par de años alimentando mis reflexiones con unos breves textos de Paul Ricoeur encontrados tras su fallecimiento. Califica su cristianismo como “un azar transformado en destino por una elección continuada” Ricoeur pone de manifiesto la dimensión humana y, en gran medida, accidental de la adscripción religiosa de las personas. Se es católico (o protestante, o budista, etc.), en gran medida en razón del ámbito en el que se ha nacido y crecido en este mundo.

Este fenómeno de puro azar, resulta, a la postre, determinante de tus planteamientos religiosos. Después podrás renegar, afianzar o reformar, nunca olvidar aunque quizás sí ocultar inconscientemente lo recibido. Sí, pero, precisamente, desde lo recibido. El acto de fe no es otra cosa sino la asunción adulta de lo recibido.

La dimensión trascendente en Arizmendiarrieta es imposible de entender si no se parte del azar de su nacimiento, de su familia, de su niñez y de la elección continuada que realizó a lo largo de toda su vida.

Paul Ricoeur distingue muy bien lo que es fruto del azar de lo que él llama su destino, la adhesión a una persona, el Altísimo que se ha entregado por amor, destino que, insistirá, es consecuencia de una elección continuada en su vida. En definitiva las tres partes de la trayectoria habitual de la fe están muy bien clarificadas: el azar del nacimiento, la elección continuada en su vida, con todos sus altibajos y, en el caso del cristianismo, la adhesión a una persona, Jesús el Cristo. Es un “absoluto relativo”. Es absoluto pues es una adhesión fuerte en su corazón en su yo más íntimo. Es relativo pues proviene de un azar de nacimiento, luego de familia. Esta adhesión, en la comunión católica, se lleva a cabo en el seno de una iglesia que tiene una dimensión universal.

Ahora bien, en Arizmendiarrieta la dimensión trascendente no quedó en un espiritualismo desencarnado al margen del contexto en el que vivió. En este punto entroncamos con la esencia misma de la dimensión religiosa en lo que tiene de más original y más genuina: es la doble dimensión de la inmanencia y la trascendencia del hecho religioso que, en cada caso particular, adquiere relieves particulares y concretos cuando la vida es vivida en plenitud. El teólogo gallego Torres Queiruga escribe que “…una religión viene a ser la toma en conciencia de la presencia de lo divino en el individuo, en la sociedad y en el mundo. Por eso aparece referida a la vida: a sus preguntas y a sus aspiraciones, a sus angustias y a sus esperanzas. Ante una religión real y auténtica experimentamos siempre una doble sensación: de transcendencia ante el misterio que en ella se hace presente; y de inmanencia en cuanto vemos que ese hacerse presente remite a lo más natural e íntimo de la existencia humana concreta”.

En este punto estamos en el núcleo de la fe cristiana, más aún en el acto de creer: la relación entre la inmanencia y la trascendencia, tanto en el corazón de una sociedad, como en el de cada persona concreta, con su historia y vida concreta. Al final, el acto de fe es un acto único, en realidad una sucesión continuada de actos únicos e irrepetibles, propios a cada persona humana. Siempre será un salto en el vacío que nadie puede hacer en lugar del creyente.

No conozco suficientemente el pensamiento de Arizmendiarrieta para adentrarme más en lo concreto de su experiencia religiosa pero, es aquí, en este punto concreto, en los intersticios de lo inmanente (lo que él veía alrededor de su vida, por ejemplo en el campo del trabajo) y la herencia religiosa que vivió en su familia, en el seminario, en su vida de oración, etc., donde podemos encontrar ese absoluto relativo del que habla Ricoeur. Y es ese absoluto de su adhesión a la figura de Jesús y en el relativo al Mondragón de su juventud, lo que, a la postre, nos ayudará a entender y explicar hoy la genial intuición y puesta en marcha del cooperativismo en la labor de Arizmendiarrieta.

Entender, desde dentro, el pensamiento y la acción de Arizmendiarrieta obliga, en consecuencia, a estudiar su legado para aprehender cómo conjugó en su vida la dimensión religiosa en lo que tiene de más profundo y más autentico: insertar la trascendencia en la inmanencia. A poco que se piense esa y no otra es la originalidad de la religión cristiana que no es la religión de un libro sino la religión de una persona, Jesús el Cristo quien, de forma particular, con su encarnación, hizo inmanente la trascendencia, Dios hecho Hombre. De ahí que estemos ante una religión histórica.

En consecuencia, estudiar, hoy, la dimensión religiosa de Arizmendiarrieta, no debe tener como objetivo único una mera repetición cacofónica de su labor. Pero, una vez conocido, en su contexto, en su lenguaje, la especificidad del hacer y decir de Arizmendiarrieta en su tiempo, hay que tener en cuenta que hoy, en el mundo globalizado de hoy, tendría otros perfiles y otros acentos. La actualidad del sentido de la trascendencia en Arizmediarrieta consiste en última instancia en preguntarse cuales hubieran sido, hoy, esos acentos y perfiles. Pero conociendo previamente el núcleo central de su pensamiento, de una religiosidad en la que el acto de fe estuvo inserto en la sociedad en la que vivió, una religiosidad al servicio de esa sociedad que le tocó vivir.

Javier Elzo
Revista Aranzazu

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