Arizmendiarreta. Hito histórico en la utopía cooperativa

El hilo conductor de estas reflexiones arranca desde la interpretación de que las «ideas» de D. José María, se refieren esencialmente a su «sistema de valores», y a los rasgos del modelo de sociedad o comunidad que él aspiraba. Estas ideas impulsaron una praxis cuyo componente más importante es el movimiento cooperativo de Mondragón que ha traspasado medio siglo de existencia.

Estas ideas son universales y se han ido formulando, de una u otra manera, en el devenir de la humanidad. Sin embargo, los movimientos y organizaciones transformadoras que surgen en cada contexto social de crisis, son históricos.

Si bien, el cooperativismo de Mondragón marca un hito, es preciso adentrarse en la historia de la utopía y de la cooperación para darse cuenta de que se trata de una larga trayectoria de la humanidad.

En un principio la utopía era la imagen de un deseo. Los poetas, los profetas y los filósofos lo utilizaron para instruir o para deleitar pero, antes de todo, reflejaban las condiciones de vida y las aspiraciones de las capas sociales más desfavorecidas de las diferentes épocas. Se trataba de un principio de esperanza; sin esperanza no existiría la utopía.

Del siglo XIV se conoce un poema inglés The land of Cukayne. Cucaña es una sociedad en paz, justicia social y felicidad. Los bienes son de propiedad común y estaría gobernada por un principio de igualdad y sin opresión por parte del aparato del estado.

Con su Utopía, publicada en 1516, Tomás Moro se convierte en uno de los más adelantados, que deseaban la fraternidad e igualdad entre todos los humanos. Insistía en que la desigual distribución de la riqueza y el poder eran la causa de la miseria y de la corrupción y soñaban con una sociedad regenerada donde las personas pudieran trabajar, en pie de igualdad por el bien común.

En el siglo XIX tuvieron gran influencia las ideas de Saint Simon, Fourier y Owen. Coincidían en su punto de vista esencialmente social y comunitario. Eran creadores de comunidades.

Un grupo de discípulos de Robert Owen fundó, en 1844, la sociedad cooperativa de los Rochdale Pioneers, que fue el punto de partida del movimiento cooperativo moderno. Este movimiento ha servido de referencia y punto de contraste para el cooperativismo posterior.

El movimiento cooperativo inició así su recorrido histórico moderno, con aspiraciones milenarias de un nuevo orden social, donde las personas pudieran vivir en un clima de sana camaradería, utilizando para el bienestar general el producto conseguido mediante la utilización de los nuevos sistemas técnicos que permitían el dominio de la materia y de la naturaleza.

Durante el siglo XX ha habido movimientos cooperativos diversos: los Kibutz de Israel, las cooperativas yugoslavas y hasta, en nuestro propio entorno, la cooperativa Alfa de Eibar, verdadero referente social de la época.

Cien años más tarde de la constitución de las cooperativas de Rochdale, «el 5 de febrero de 1941, una mañana lluviosa y desagradable, se apea en la modesta estación de Mondragón con una maleta de cartón, una cartera de mano y todos los atuendos reglamentarios de clérigo: sotana, manteo y toga… José María Arizmendiarrieta» (J. Leibar)

En un contexto de pobreza y destrucción, Arizmendiarrieta crea la Escuela Profesional, en 1943, verdadero origen de la expansión comunitaria. Atrae a un número de jóvenes inconformistas en torno a la Escuela Profesional y en 1955 constituye la primera cooperativa Ulgor. Los rasgos ideológicos del incipiente movimiento cooperativo de Mondragón se articularon en torno a la libertad real, no formal, la solidaridad y la justicia social, el desarrollo a través del trabajo comunitario, utilización del trabajo y del capital pero bajo el gobierno de las personas que trabajan en la cooperativa y la democracia participativa.

Con la aprobación en el Congreso celebrado en 1987 de los Principios Básicos de la Experiencia Cooperativa de Mondragón, esta ideología se reflejó formalmente en libre adhesión, organización democrática, soberanía del trabajo, carácter instrumental y subordinada del capital, participación en la gestión, solidaridad retributiva, intercooperación, transformación social, carácter universal y educación.

Con la experiencia contrastada y con los sistemas organizativos, sólidamente asentados en los principios, el cooperativismo de Mondragón se desarrolla en el medio industrial, el de distribución, el financiero, el agrario, el educativo, el de la seguridad social… Se desarrolla también el concepto de cooperación entre diferentes entidades jurídicas autónomas, estableciendo normas organizativas y de solidaridad que permiten apoyaturas mutuas,- intercooperación.

Hoy constituye el más sólido movimiento cooperativo del mundo en el ámbito industrial y uno de los más importantes por dimensión, por coherencia conceptual y por desarrollo de sus sistemas organizativos. Es un hito en el movimiento cooperativo histórico, verdadera referencia internacional. El próximo centenario del nacimiento de Arizmendiarrieta es una buena ocasión para reconocer su liderazgo.

Viernes, 16 de Noviembre de 2012
Noticias de Gipuzkoa

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