Qué propondría D. José María

Hoy vivimos una profunda regresión cuya manifestación más grave no es la cantidad de ciudadanos excluidos, ni siquiera la degradación planetaria que sufre la bioesfera, sino la pérdida de sentido de la utopía. Los partidos políticos impregnan todo, todas las esferas de la vida pública. Vivimos en una sociedad muy débil. Parece que los ciudadanos hubiéramos dimitido a favor de nuestros representantes políticos. Se diría que entendemos la mayoría como suma de las mediocridades individuales.

El Presidente de la Federación de la Industria Alemana (BDI) Hans Peter  Keitel  escribía en 2009 que la crisis puede “producir a largo plazo una pérdida de valor…que puede aumentar la caída de la credibilidad, precisamente de las élites económicas y políticas, que desemboque en una pérdida de confianza en nuestro orden societario y económico”.
La insatisfacción y la preocupación de los ciudadanos se manifiestan de diverso modo: a lo largo y ancho de países occidentales se prodigan iniciativas para mejorar las condiciones de vida de la ciudadanía: a favor de la familia (ayudar a los padres a ser padres) lucha contra la pobreza y exclusión,  políticas sociales para el impulso de infraestructuras, servicios, ordenación del espacio, la ecología, la vivienda, diversidad cultural, la eficiencia y participación de los ciudadanos en la gestión pública y privada.

Inventamos adjetivos para hacer creíble  la economía: del bien común,  ecológica, evolutiva, social….

En esta época de incertidumbre nos puede ayudar  preguntarnos, cómo actuaría D. José María ante los retos de que nos ha tocado vivir.

Perseguía un realismo utópico. El proyecto que perseguía parecía una utopía por lo ambicioso, amplio y complejo que era, pero no dejaba de pisar tierra firme.  “Sin utopía no hay progreso, pero con la utopía y solo con ella tampoco”  Nos recuerda  que la utopía  significa que la realidad no es algo diferente de unas ideas en acción. Que es realizable. Lo había descubierto en  T. More, R. Owen, C. Fourrier….

Inflexible en los objetivos, buscaba la participación de las personas en quienes confiaba y les hacía partícipes de retos ilusionantes.
Pero el personalismo, es profundamente inconformista. D. José  María mantuvo que  “La participación es el secreto atómico llamado a revolucionar la vida social”, cree que gracias a la participación las personas actúan conjuntamente y regulan la vida comunitaria.

Apunta en una de sus frases: “la revolución hoy se llama participación”.
Quiero recordad el mensaje escrito de su puño y letra, tres días antes de su  muerte, físicamente consumido por la enfermedad. Lo dio a conocer con ocasión de su cita anual con la Memoria Anual de Caja Laboral Popular:  Aurrera egiteko, aldakuntza;  estua zabaltzeko, biotzez zabaldu; lurraldeak nasaitzeko, gizabideak ugaritu.

Para avanzar transformarse; Para abrir lo estrecho, abrirlo con el corazón. Para ensanchar las tierras, aumentar la convivencia. Transcribo sus palabras que apuntan en la dirección de una profunda transformación social:“Ya hemos ensalzado demasiado ciertos valores: la eficacia en el trabajo sin límites, la rentabilidad, el desarrollo, el crecimiento… pero ya es hora de que pongamos otros valores en sustitución y demos primacía a la amistad, la convivencia, la comunicación. Ese ver en los demás un algo que está por encima de todos esos valores fungibles. En definitiva, sin hacer grandes declaraciones y programas, caminar sencillo en la vida para superar resistencias, considerando a los demás como fuentes de alegría y de satisfacción”.

…El movimiento se demuestra andando y, sobre todo, aproximándose al que está cerca y viviendo como él, sin esperar todo de la gran revolución magistral. En lugar de hacer ciudadanos ricos, esforcémonos en gestar comunidades ricas.Nadie siervo o señor de nadie; solamente todos para todos, hemos de aceptar en nuestras funciones nuevos comportamientos….Esta será nuestra unión humana y progresista, la que puede levantar el pueblo con la fuerza del pueblo“.

Sin brújula, incluso las utopías no nos llevan a ningún lado. La persona es un ser social, depende de la ayuda del prójimo para cubrir mejor sus necesidades, pero, al mismo tiempo, tiene la obligación de coordinar la satisfacción de sus necesidades con las otras personas, así como contribuir a cubrir las necesidades del conjunto, en libertad y con responsabilidad.

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