Su Tenacidad

Sólo habían pasado tres o cuatro años después de haber creado la primera empresa, que luego sería cooperativa, cuando pensó que los centros de trabajo, que se creaban aceleradamente, algún día tendrían problemas de financiación. Dn. José María había tenido una propensión clara a formarse en materias económico-sociales. Se daba cuenta que los sacerdotes debían abordar la “cuestión social” propugnada por las encíclicas papales conociendo mínimamente unas reglas básicas que les permitieran ejercer un apostolado integrado en la vida en común.

En el Seminario tuvo como profesor a Dn. Juan Thalamás irunés que había bebido en las fuentes de Emmanuel Mounier. Luego hizo un curso de Sociología en la Universidad Pontificia de Comillas que dirigió Joaquín Aspiazu, Jesuita y, más tarde, organizó, durante varios años y durante el verano, la Escuela Sacerdotal en el Seminario de Vitoria a la que atrajo a economistas relevantes de la época como Higinio Paris Eguilaz y Emilio Figueroa. Aquí dotó a un grupo de sacerdotes de aquellas enseñanzas que les habrían de ser necesarias en su vida apostólica en las que el discernimiento se debería realizar en base a un conocimiento mínimo de los mecanismos que actúan y requieren de soluciones equilibradas en el reparto de los bienes materiales.
Dn. José María por su parte pensaba, ya con anticipación, que la “Experiencia Cooperativa” que había comenzado en 1955 a poner su primer cimiento llegaría el momento en que las dos fuentes de ingresos para robustecer el capital: las aportaciones iniciales de los socios y los excedentes (beneficios en la expresión generalizada) no serían suficientes. Y aunque era y sigue siendo cada vez más cierto este presentimiento, sólo él fue capaz de verlo así en aquél   momento de iniciativas esperanzadas.

Ya en 1956, en el mes de setiembre, habíamos establecido una licencia de fabricación en Wissen/Sieg en Alemania, para fabricar semiconductores de selenio y en octubre de 1957 logramos firmar la licencia en Milán con la firma Fargas, perteneciente a la Edison, s.p.a. para fabricar cocinas de butano como hito inaugural de nuestra incursión en la “línea blanca”. A partir de este primer producto se desencadenó la fabricación de frigoríficos, lavadoras, lavavajillas y calentadores de agua. Abordábamos simultáneamente la creación de otras cooperativas: ARRASATE, con “Olma” y “Gräbener”, COPRECI con “Contigea” y “Egelhof”, EDERLAN con “S.I.M.I.” (Sociedad Italo Suizera de Metal Inietati), y SORALUCE con “Asquith”, en Inglaterra, etc..

Este ritmo exigía meditar en los cambios de ciclo que se producen en la economía. El decenio de los ’60 en su despliegue y su progresivo avance hallaba la cobertura financiera en unos excedentes desorbitados. Pero había que tener en cuenta que se produciría un cambio de ciclo. Y Dn. José María ya el 15 de junio de 1957 celebró, en su despacho de la Escuela Profesional, y teniendo como único asistente a su Hispano Olivetti, un acta que dice entre otras cosas: “Leídos los estatutos de un proyecto de Cooperativa de Crédito denominada ULGOR” …. Quedan aprobados por los asistentes {para que} en la mayor brevedad posible soliciten del Excmo. Ministerio de Trabajo su aprobación e inscripción”. Y continúa nombrando a la Junta Rectora, que lo hace por unanimidad, mezclando fundadores de Ulgor con otras personas que tenían, aún menos que nosotros, noticias de cuanto se esperaba de ese desconocido instrumento cooperativo de financiación.

Entre esta fecha y el año 1959, su espíritu indomable y clarividente trata de llevarnos a sus refractarios cooperativistas a su terreno, a sus vaticinios, a su magisterio y a su visión adelantada de los acontecimientos que presumía. Ya, con fecha 1 de enero de 1959 redacta unos nuevos Estatutos Sociales de la CAJA DE PREVISIÓN LABORAL.

Su visión le hace prever que en esa entidad debe dar cobertura “el desarrollo del crédito para iniciativas laborales, tanto individuales como colectivas”. Aquí ya vislumbra lo que hoy es LAGUN-ARO pues un mes antes una Orden Ministerial excluyó a los cooperativistas como trabajadores por cuenta propia del Régimen General de la Seguridad Social, lo que nos obligaría a instituir nuestro propio sistema.

Dn. José María lucha en dos frentes. Por un lado sus colaboradores no le entendemos. Es decir, no dominamos las características que definen una entidad financiera. No sabemos cómo se instituye y no somos capaces de mudar nuestros conocimientos técnicos absorbidos por el esfuerzo aún incipiente de nuestra puesta en marcha de tres o cuatro cooperativas, para dedicar tiempo a algo ignoto, inaprehensible y vaporoso para nosotros. Por otra parte los

 

órganos oficiales desde el Jefe Nacional de Cooperativas Industriales se oponen a determinadas variantes que Dn. José María quiere incorporar. Le aconseja el Sr. Riaza: “todo lo del crédito lo miran con lupa … concretamente por lo que se refiere a las diversas clases de socios y a las finalidades del crédito y previsión social yo veo bastantes dificultades …”. Le aconseja finalmente que se acoja al contenido del modelo de Estatutos de la Caja Rural Nacional.

Sigue entonces Dn. José María redactando nuevos Estatutos. El 15 de marzo, dos meses y medio más tarde, en su despacho y teniendo de nuevo como único interlocutor su torpe Hispano Olivetti, celebra una Junta General en la que “convienen entre sí (las personas que a él le han venido a la mente) la constitución de una Cooperativa de Crédito bajo la denominación de CAJA LABORAL POPULAR”. Hace que firmen tres cooperativistas y cree concluido, por agotamiento, su calvario.

Pero tampoco son éstos los definitivos, ni se han terminado sus arduos senderos en los que hallar comprensión. Después de ulteriores reformas, es el 20 de marzo de 1959 cuando surgen los definitivos Estatutos Sociales que remite a la Delegación Nacional de Sindicatos, cuyo titular Juan Manuel Milla acusa su recepción el 31 de ese mismo mes de marzo.

En Madrid le ponen pegas administrativas. No ven bien que una cooperativa de crédito sirva a la vez para financiar Cooperativas de Consumo (en el caso de la Caja Laboral la de San José por él creada en 1956) e industriales que son el mejor exponente de las cooperativas fundadoras de CAJA LABORAL.

Para acelerar la aprobación, una vez que el expediente ha llegado a Madrid, se desplaza a un cursillo en el que conocerá a José Luis Del Arco, Jefe de la Asesoría Jurídica de las Cooperativas. Acudirá para desanudar las reticencias de la Administración Pública. Es cuando comienza a asombrar a José Luis Del Arco.

Pero para Dn. José María los plazos se alargan y el 9 de mayo de 1959, dos meses más tarde, ruega al Delegado Provincial que inste a Madrid para que antes de fin de ese mes lleguen aprobados los Estatutos de CAJA LABORAL.

Le preocupa ver que nos hallamos sin ninguna cobertura de régimen de seguridad social. Pero él ve, en la capitalización de las cuotas que han de pagar mensualmente los socios, una fuente de ingresos de primera magnitud y una forma de que el ahorro facilite la financiación de las cooperativas industriales, agrarias y de consumo que en su mente ya vislumbra que deberá emprender. Le dice así al Delegado Provincial con cierta anticipación “El próximo mes de junio, 300 socios de ULGOR, ARRASATE Y FUNCOR deberán comenzar a cotizar”. Su optimismo es exagerado. En el mismo día 9 de mayo el Delegado Provincial le comunica que “la Sociedad que se pretende constituir no puede operar con los socios y las Cooperativas de distintas ramas” y le ruega que subsane los “reparos indicados”.

Pero Del Arco ha conocido a Dn. José María. Enterado de la situación se hace cargo directamente del expediente de CAJA LABORAL de forma personal y el 5 de junio le comunican extraoficialmente que los Estatutos ya han sido aprobados.

 

Efectivamente el 16 de julio de 1959 (recuérdese que el primer ensayo de redacción y tramitación se había hecho dos años antes) se inscribe CAJA LABORAL POPULAR en el Registro de Cooperativas y en la Unión Nacional de Cooperativas de Crédito. Esta diligencia se completa con la aparición en el Boletín Oficial del Estado del 28 de julio. Dn. José María había logrado aquello a lo que él aspiraba. Lo había hecho todo él sólo. En su despacho de la Escuela Profesional. No había aún convencido a sus más cercanos colaboradores. No porque no le escuchábamos, sino porque simplemente no entendíamos de qué nos hablaba.

Sus presentimientos, cargados de bondadosa inteligencia, unidos a su tenacidad fundían los más recalcitrantes corazones que se rendían a sus prometedores auspicios.

Él había estudiado el caso de la empresa eibarresa ALFA nacida a mediados de la década de los veinte,  y para conocer de primera mano sus vicisitudes, sobre todo financieras, mantuvo una entrevista con su Director General, a la sazón, Vicente Olabe, en torno a 1957.

ALFA conoció la Guerra Civil y sus fundadores de tendencia socialista se exiliaron de Eibar tras el ímpetu avasallador del ejército de la dictadura. En realidad ALFA Cooperativa Sociedad Anónima tenía la peculiaridad de que todos eran socios y todos tenían el mismo número de acciones, por lo que la igualdad del capital igualaba en derechos sociales a todos sus trabajadores. La ruptura cruenta de aquella guerra fraticida, dejó exhauta la empresa en su capacidad productiva y en sus fuentes económicas. La adquirió un banco que conservó determinados derechos de los socios. Dn. José María mantuvo una copiosa relación epistolar con el líder fundador de ALFA Toribio Etxebarria que le enviaba cartas y sus escritos colmados de observaciones. Vivía en Méjico y la experiencia de ALFA reforzó en Dn. José María la idea de crear una entidad financiera afín al cooperativismo.

No pudo esperar a que nos convenciéramos sus más conspicuos colaboradores. Ya en 1959 había escrito unos cuatro modelos de Estatutos y debió pensar “si espero que estos jóvenes que creen en mí asuman esta inevitable necesidad de incorporar el ahorro popular al desarrollo del empleo comunitario, llegaremos tarde a la cita”. Cuando ya en marzo de 1959 escribió los últimos Estatutos nos los puso a la firma y más de treinta socios de ULGOR, ARRASATE, FUNCOR Y SAN JOSÉ (de Consumo) los firmamos con la única certeza de que quien nos lo proponía era un hombre sabio y venerable.

De este modo nació CAJA LABORAL POPULAR. El 24 de setiembre se celebró la Junta General constituyente. Y el 1 de octubre nació el Servicio de Provisión Social como la Función Social  que en 1967 daría paso a LAGUN-ARO, entidad independiente, como cooperativa de 2º grado.

Bajo los auspicios de la Función Técnica nació la División Empresarial. Y, finalmente, a partir de 1991 se creó LKS con más liberalidad y sin ceñirse al impulso del desarrollo cooperativo. Al separarse de CAJA LABORAL POPULAR dejo a ésta con su Función Financiera que es el único sector que ahora aborda.
Don Jose Mª Arizmendiarrieta, un empresario tenaz, precursor y venerable.
J.Mª Ormaetxea
Mesas Redondas sobre D.JMª Arizmendiarrieta
Noviembre 2012

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